viernes, 29 de abril de 2016

“NOSCE TE IPSUM” / “COGITO ERGO SUM”.


El hinduismo, La filosofía griega y actualmente la física cuántica nos dicen que los sentidos nos engañan y nos crean una falsa realidad, donde la vida, la vivimos como los sentidos nos lo hacen imaginar. ¡Toda es una ilusión!

El aforismo griego “NOSCE TE IPSUM”,  "Conócete a ti mismo" fue inscripto en el pronaos del templo de Apolo en Delfos.

Este aforismo ha sido atribuido a varios sabios griegos antiguos: Heráclito, Quilón de Esparta, Tales de Mileto, Sócrates, Pitágoras y  Solón de Atenas.
Muchas de estas frases  no han dejado de ser utilizadas y de animar la reflexión de los hombres desde entonces hasta hoy.

Probablemente la que más éxito ha tenido es “conócete a ti mismo”,  sobre todo desde que el propio Sócrates la utilizara muchas veces, de manera especial  según se dice en el Diálogo platónico “Alcibíades”, en el que  enfrenta al joven y ambicioso  político ateniense con su propia ignorancia. 

Por eso es también atribuida erróneamente al propio Sócrates la paternidad del aforismo.

Si muchos son los pensadores y filósofos que  asumen como propio  el “Nosce te ipsum” o alguna de sus variantes, también son muchas los sentidos  en que se ha utilizado.

La frase no deja de ser un enigma de interpretación diversa desde el principio. ¿Pretende tan sólo recordar al hombre su condición vulnerable y mortal? ¿Quizás pretende decirnos que necesitamos conocernos bien, que debemos conocer nuestra alma intelectual y racional para orientar bien nuestra vida?, o ¿tal vez que en uno mismo se encuentra  el tesoro de los tesoros y quien se conoce a sí mismo conoce el universo y a los dioses, como pretende Hermes Trismegisto, (el tres veces grande)?

La misma idea expresa San Agustín, orientando la sentencia en sentido cristiano, cuando dice “no quieras derramarte fuera; entra dentro de ti mismo, porque en el interior del hombre  reside la verdad”.

El escritor, pensador y religioso español, Baltasar Gracián decía en su obra El Criticón, “Quien comienza ignorándose, mal podrá conocer las demás cosas. Pero ¿de qué sirve conocerlo todo si a sí mismo no se conoce?”.

Incluso en la actualidad cotidiana, en nuestra hiperactividad diaria, poco dada a la reflexión y a la tranquilidad de espíritu, la máxima griega inspira los numerosos libros de auto-ayuda que buscan el norte personal  en la auto-conciencia o en la aceptación de la identidad de sí mismo.

En todo caso “conocerse a sí mismo” es una tarea difícil, la más difícil, debemos de tener en cuenta que cada cuerpo sutil contiene varios hombres en su interior, y la mayoría de nosotros saltamos de uno a otro sin saber jamás quienes somos.

Para muchos el concepto de “conocerse a sí mismo” es una tarea imposible y el hombre está condenado a no saber “quién es, de dónde viene y a dónde va” o en todo caso a tener un insignificante conocimiento de sí mismo y una ligera autoconciencia.

La locución latina «cogito ergo sum», que en castellano se traduce frecuentemente como «pienso, luego existo», siendo más precisa la traducción literal del latín «pienso, por lo tanto existo», es un planteamiento filosófico de René Descartes, el cual se convirtió en el elemento fundamental del racionalismo occidental. «Cogito ergo sum» es una traducción del planteamiento original de Descartes en francés: «Je pense, donc je suis», encontrado en su famoso Discurso del método (1637).

Descartes, deseando encontrar la verdad, rechaza como falso todo aquello en que pudiera imaginar la menor duda. 

Así, puesto que los sentidos nos engañan, quiso suponer que no hay nada que sea tal como ellos nos lo hacen imaginar; y como hay hombres que se equivocan al razonar, juzgó que estaba tan expuesto a error como cualquier otro y rechazó como falsos todos los razonamientos, que antes había tomado por demostraciones.

También consideró que los pensamientos que tenemos cuando estamos despiertos, también pueden ocurrir  estando dormidos, sin que en tal caso sea ninguno verdadero.

Decidió que todas las cosas que hasta entonces habían entrado en su espíritu no eran más ciertas que las ilusiones de sus sueños.

Llegó a la conclusión de que no existe nada cierto: " La única verdad a la que la duda fortalece en verdad es a mi propia existencia, pues para ser engañado necesito existir”.

Un día encontró la verdad, la existencia del yo pensante: Cogito Ergo Sum, esto era irrefutable y lo aceptó como el primer principio de su filosofía.

El Cogito es el principio no sólo de su metafísica, sino también de la física; proporciona el criterio de verdad, que se presente en forma directa e inmediata al espíritu.

El hombre puede fingir que no tiene cuerpo alguno, pero no puede fingir que no es; el hombre es una sustancia cuya total esencia o naturaleza es pensar y no necesita para ser, de lugar alguno ni depende de cosa material.
El alma es distinta del cuerpo y más fácil de conocer que él, y aunque el cuerpo no fuese, el alma no dejaría de ser cuanto es.

Lo que se requiere para que una proporción sea verdadera y cierta es que la concibamos muy clara y distintamente, al igual que la proporción, Pienso luego soy.

Reflexiona: La duda puede alcanzar el contenido del pensamiento, pero no al pensamiento mismo. Puedo dudar de la existencia de lo que veo, imagino o pienso, pero no puedo dudar de lo que estoy pensando y que, para pensarlo, tengo que existir.

¡Y esta es la única realidad! ¡Y todo lo demás, lamentablemente para todos nosotros, no dejan de ser teorías cientificas, filosofías y tendencias como resultado de la especulación del ser humano!

Un fuerte abrazo para todos.
Happy


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