Egdar Cayce
fue uno de los psíquicos más célebres de Estados Unidos , ya que poseía facultades de clarividencia y percepción extrasensorial. Fue
un gran investigador de la reencarnación por medio de «regresiones» a vidas pasadas. Mucha gente lo
visitaba para buscar ayuda a sus males y dolencias.
Edgar Cayce
realizó su primera conferencia en 1901, acerca de un problema de salud que le
concernía personalmente.
Luego dictó
muchas más, pero el concepto de la reencarnación no apareció hasta 1923, en una
sesión ejecutada para Arthur Lammers, impresor en Dayton, Ohio.
Conviene
mencionar que una lectura había abordado la cuestión doce años antes; no
obstante, la alusión se ignoró durante mucho tiempo, pues nadie en el entorno
de Cayce conocía el concepto de reencarnación en aquel entonces.
A fin de
cuentas, la reencarnación fue el objeto de casi dos mil lecturas psíquicas, denominadas
"lecturas de vida" y que constituye el segundo gran tema evocado por
Cayce en trance.
¿Qué dicen
las lecturas de Edgar Cayce sobre la reencarnación y el karma?
En esencia, ¿Qué es la reencarnación? Es la creencia de
que cada uno de nosotros pasa por vidas sucesivas, con el propósito de crecer
en espíritu y de recobrar la plena conciencia de su naturaleza divina.
Cayce pone especial énfasis en la
manera de asumir nuestra existencia actual: debemos vivir el momento presente,
procurando desarrollarnos espiritualmente y ayudarnos los unos a los otros.
Las lecturas
enseñan que el recorrido que hemos efectuado nos ha traído al punto en que nos
encontramos.
Sin embargo,
lo esencial no es quiénes hemos sido o qué hemos hecho antes, sino cómo
reaccionamos frente a las oportunidades y a las pruebas que surgen ahora mismo,
dondequiera que nos hallemos.
En efecto,
nuestras elecciones y conducta del momento, provenientes de nuestro libre
albedrío, son las que realmente importan, así La perspectiva de Cayce, para
nada fatalista, abre horizontes casi ilimitados.
En las
lecturas, Cayce señaló también el peligro de comprender incorrectamente la
reencarnación.
Indicó que
ciertas teorías alteraban su verdadero significado.
En
particular, todas las que no reconocían la libre voluntad creaban lo que llamó
"un monstruo kármico", es decir una idea errónea que no tomaba en
cuenta los hechos auténticos, ni la estrecha conexión existente entre el karma,
el libre albedrío, el destino y la gracia.
Aún hoy en
día, mucha gente interpreta, de manera equivocada, la reencarnación como un
eslabonamiento o una concatenación ineluctable de experiencias y de relaciones
que nos impone nuestro karma.
Si así
fuera, nuestras decisiones anteriores nos obligarían a seguir una trayectoria
marcada con acontecimientos específicos, y nuestro porvenir ya estaría fijado.
Esta visión
difiere totalmente de la de Cayce, pues las lecturas destacan que el pasado no
proporciona sino una coyuntura posible o probable.
Muestran
que, lejos de ser meros espectadores, a veces reticentes, desempeñamos un papel
dinámico en el desarrollo de nuestra propia existencia.
La palabra
"karma" es un término sánscrito que significa "obra, hecho o
acto". A menudo se le da el sentido de "causa y efecto".
Las lecturas
concuerdan con esta acepción, pero añaden la noción filosófica inédita y
exclusiva de que el karma puede definirse como una memoria.
Por tanto,
no se trata de una "deuda" que tenemos que pagar conforme a algún
criterio universal, ni de una serie de experiencias determinadas por nuestras
previas acciones, buenas o malas.
El karma es
sólo una memoria, una fuente de información que incluye elementos 'positivos' y
otros aparentemente 'negativos', en la cual el subconsciente busca los datos
que utiliza en el presente.
Esto
explica, por ejemplo, las afinidades o las antipatías espontáneas que sentimos
por ciertas personas.
Aunque esa
memoria subconsciente se refleja en nuestra fisonomía e influye en nuestros
pensamientos, reacciones y decisiones, siempre podemos recurrir al libre
albedrío para orientar nuestra vida.
Las lecturas
de Cayce mencionan que cuando fallecemos, no nos reencarnamos de inmediato.
Puesto que lo que llamamos
subconsciente en el plano físico viene a ser nuestro consciente en el más allá, el alma recapitula todo lo que ha
atravesado y escoge, entre las lecciones que debe aprender, las que se siente
capaz de asumir ahora a fin de seguir su evolución.
Entonces
aguarda el momento propicio para renacer en la tierra.
Ordinariamente,
elige un entorno que ha conocido antes.
En cada
nueva vida, opta por un cuerpo masculino o femenino, según el objetivo de su
encarnación.
Además,
selecciona el ámbito y las condiciones (padres, familia, lugar, época, etc.)
que le permitirán perfeccionarse y cumplir con lo que espera realizar.
Sin embargo,
sus experiencias dependerán de la forma en que emplee su libre albedrío dentro
de ese contexto.
En efecto,
podemos considerar nuestras tribulaciones como obstáculos e impedimentos o, por
el contrario, transformarlas en situaciones beneficiosas, en oportunidades de
elevar nuestro nivel de conciencia.
El proceso
de reencarnación continúa hasta que logremos personificar el amor universal en
el mundo y expresar nuestra esencia divina en todos los aspectos de la vida
terrenal.
Conviene notar que talentos y
cualidades nunca se pierden, de modo que las facultades cultivadas en cada encarnación se
suman al capital del futuro.
Por ejemplo,
el don de los niños prodigios es el resurgimiento de un talento ejercitado en
una o varias existencias previas.
Asimismo, un
excelente profesor de literatura podría haber sido escritor, historiador y
copista en vidas anteriores.
De hecho,
nuestras aptitudes se manifiestan en función del motivo de nuestra encarnación
actual.
“Las
lecturas de Cayce” revelan que el karma no se instaura entre los individuos,
sino únicamente con uno mismo. En otras palabras, "uno siempre se enfrenta
a sí mismo".
En
consecuencia, el curso de nuestra existencia se basa en las decisiones que
tomamos a fin de responder a la coyuntura que nosotros mismos hemos suscitado.
No obstante,
la noción más difícil de entender es que, en general, se nos brinda la
posibilidad de resolver nuestros propios problemas
kármicos a través de nuestras interacciones con los demás.
Por esta
razón, en lugar de aceptar la plena responsabilidad de nuestros fracasos y
decepciones, tendemos a imputárselos a otros.
Así nuestro
karma nos es personal, pero nos sentimos constantemente atraídos por la gente o
los grupos que nos ofrecen ocasiones favorables de asumirlo.
De manera
similar, ellos se acercan a nosotros en su recorrido individual para satisfacer
su memoria kármica.
Por lo
tanto, nuestras relaciones con los demás nos permiten enfrentarnos a nosotros
mismos y vivir sucesos que nos enseñan y nos ayudan a avanzar en el sendero
espiritual.
Con
frecuencia, los episodios vividos en grupo reaparecen, en encarnaciones
posteriores, como vínculos familiares, profesionales, culturales o étnicos.
Todas las
investigaciones subrayan que nunca nos encontramos con alguien accidentalmente,
porque las coincidencias no existen.
Del mismo
modo, la sensación que experimentamos de simpatía o antipatía hacia otras personas
no es más que la reminiscencia de haberlas conocido antes.
Debemos
atenernos a las consecuencias de nuestras decisiones y actitudes previas, ya
que cosechamos inevitablemente lo que hemos sembrado.
La Biblia
dice: "Todo lo que siembre un hombre, eso mismo cosechará".
Los adeptos
de la reencarnación suelen afirmar: "Atraemos lo que es semejante a
nosotros".
Esto implica
que, algún día, tendremos experiencias análogas a las que nuestras elecciones
han producido en la vida de otros.
A diferencia
de las doctrinas fatalistas que nos reservan una suerte inmutable, la teoría de
Cayce asevera que somos dueños de nuestro destino.
En efecto,
podemos controlar nuestros pensamientos, palabras y acciones, y escoger nuestro
comportamiento ante las circunstancias que nosotros mismos hemos engendrado.
Comprendamos que todo lo que acontece
en nuestra existencia es el fruto de nuestra propia creación, y que nuestras tribulaciones siempre
contribuyen a nuestro desarrollo cuando las consideramos como oportunidades de
corregir los errores del pasado o de adquirir sabiduría y entendimiento.
Descubrir
por qué nos hallamos en una u otra situación no es necesariamente fundamental:
lo primordial es cómo nos disponemos a hacerle frente, pues de nuestras
reacciones nacen nuestras experiencias futuras.
Así, dos
personas podrán adoptar una actitud muy distinta en casos comparables, por
ejemplo con respecto a la pérdida de un empleo.
Mientras que
una se angustiará y se amargará, la otra verá una ocasión inesperada de
reconstruir su vida y de dedicarse a alguna actividad que le apasiona desde
hace mucho tiempo.
La
reencarnación es un concepto que figura en todas las grandes religiones del
mundo y no se limita a las filosofías orientales.
Profesa la
tolerancia y la compasión, contesta numerosos interrogantes y da sentido hasta
a los más mínimos aspectos de la existencia.
Algunos la
encuentran provechosa, otros controversial.
De cualquier
forma, lo que los demás opinan no es importante.
Los adeptos
e investigadores serios saben que todos hemos experimentado varios ámbitos,
condiciones y circunstancias en el transcurso de nuestras vidas sucesivas.
Muchos
investigadores se sirven de la reencarnación, no para detenerse en el pasado o
enorgullecerse de quizás haber gozado de notoriedad anteriormente, sino para
crecer en espíritu y contribuir a mejorar el mundo en el que vivimos.
Cayce
ilustra esta idea en la siguiente lectura:
“Determine
por qué razón está buscando esa información. Si es a fin de oír que ha vivido,
fallecido y sido enterrado al pie del cerezo al fondo del jardín de su abuela,
¡esto no le hará un mejor vecino, ciudadano o padre! En cambio, si es para
saber que ha pronunciado palabras hirientes, de lo cual se ha sentido culpable,
y que ahora puede redimirse actuando de manera justa, ¡entonces sí, vale la
pena!” (Lectura 5753-2).
Durante los
últimos siglos, ciencia y religión parecen haber transitado caminos separados y
muchas veces conflictivos en torno a sus principios, sobre todo en los que
conciernen a la metafísica, la muerte y la reencarnación.
Sin embargo,
hace algún tiempo en el diario británico The
Independent, se mencionaba que el biólogo celular Robert Lanza mencionaba
que la ciencia podría tener razón y haber provisto la prueba final de que en
realidad existe la vida más allá de muerte.
Lanza,
defiende una teoría denominada biocentrismo, la cual se centra en que el
universo sólo existe en la medida en que un individuo está consciente de él.
De esta
forma, en realidad es la vida la que crea el universo, y no el universo a la
vida, como se piensa tradicionalmente.
En
conclusión y según estos conceptos científicos y bajo esta premisa, el tiempo y
el espacio serian sólo conceptos mentales, y la muerte como tal la conocemos,
simplemente no existe, ya que no existen verdaderos límites para definirla. De
hecho, ¡sería sólo un concepto mental!
Un fuerte
abrazo para todos.
Happy.
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